1900-1983
Hijo de Miguel Alemán González -general revolucionario que se suicidó antes
de ser aprehendido por rebelarse contra la reelección de Obregón- y de Tomasa
Valdés. Nació en Sayula, Veracruz, el 29 de septiembre de 1900. Cursó sus
estudios de primaria y secundaria en Acayucan, Coatzacoalcos y Orizaba.
Posteriormente estudió el bachillerato en la Escuela Nacional Preparatoria, en
la ciudad de México, en donde fundó y participó en el periódico Eureka entre
1920 y 1925 junto con Antonio Ortíz Mena y Héctor Pérez Martínez. El 29 de junio
de 1928, se recibió como licenciado en Derecho en la Escuela Nacional de
Jurisprudencia con la tesis “Las enfermedades y riegos profesionales”,
resultado de una investigación que realizó en las minas de Real del Monte, en
Pachuca, Hidalgo.
En 1928 se desempeñó como abogado auxiliar de la Secretaría de Agricultura y
Fomento, donde más tarde ocupó la jefatura del Departamento Forestal, periodo en
el que también ejerció su profesión, especializándose en casos de compensaciones
para empleados mineros y ferrocarrileros. Paralelamente participó en una empresa
dedicada a los fraccionamientos de las exhaciendas que dieron origen a las
colonias Polanco y Anzures de la ciudad de México.
En 1929 se afilió al Partido Nacional Revolucionario PNR. En 1930 fue miembro
de la Junta Federal de Conciliación y Arbitraje. En 1932 fue diputado suplente
por Coatzacoalcos, Veracruz. En 1933 participó en la campaña presidencial de
Lázaro Cárdenas en Veracruz. En 1934 fue magistrado del Tribunal Superior de
Justicia del Distrito Federal.
Fue senador de la República entre 1934 y 1936. Tras el asesinato del
gobernador electo Manlio Fabio Altamirano, fue gobernador de Veracruz de 1936 a
1939. Desde este cargo emprendió la modernización de la administración pública
estatal y fomentó el desarrollo económico de la entidad; asimismo, logró la
pacificación religiosa en el estado al permitir la reapertura de las iglesias.
En 1938 presidió el bloque de gobernadores que brindó apoyo a Lázaro Cárdenas
con motivo de la expropiación petrolera.
Entre 1939 y 1940 se desempeñó como director nacional de la campaña
presidencial del general Manuel Ávila Camacho, en cuyo gobierno fungió como
secretario de Gobernación hasta 1945, cuando después de la muerte de Maximino
Ávila Camacho, hermano del presidente y poderoso aspirante a la presidencia, fue
nominado precandidato presidencial por la Confederación de Trabajadores de
México CTM, y sucesivamente por organizaciones similares como los sindicatos de
burócratas y la Confederación Nacional de Organizaciones Populares CNOP. Los
otros aspirantes Javier Rojo Gómez y Miguel Henríquez Guzmán, retiraron sus
precandidaturas. El Partido de la Revolución Mexicana PRM, nombró a Alemán su
candidato a la presidencia de la República para el periodo 1946-1952 y en enero
de 1946, se convirtió en el primer candidato presidencial del Partido
Revolucionario Institucional PRI, partido en el que se transformó el anterior
PRM.
Al rendir protesta como candidato presidencial, Alemán expresó: “El
Partido Revolucionario Institucional no debe ser uno más de imposición, sino un
órgano con procedimientos de tal naturaleza, que realice una auténtica función
cívica y democrática; así, la Revolución continuará cumpliendo su deber para con
el pueblo de México. Nuestro empeño mayor será pugnar en los comicios por un
triunfo democrático, sin coacciones, sin engaños ni violencias; respetando el
veredicto del pueblo aunque éste nos sea adverso”. Delineó su programa de
gobierno: aumentar la producción agrícola para afianzar la economía del país, y
al mismo tiempo llevar a cabo su industrialización para elevar así el nivel
social, cultural y económico del pueblo; moralización y responsabilidad.
Continuó: “El buen éxito de un partido dependerá de la acción que
desarrollen sus miembros…trabajando sólo para el progreso de la patria y la
satisfacción de las necesidades del pueblo y no para el enriquecimiento ni para
la formación de oligarquías…El ejemplo lo darán los funcionarios”.
Por su parte, Ezequiel Padilla Peñaloza, secretario de Relaciones Exteriores
del gobierno de Ávila Camacho, renunció a su cargo y también al PRM para aceptar
la candidatura presidencial del Partido de Renovación Político-Social el 3 de
agosto de 1945. Por su larga trayectoria como senador y secretario de Educación
Pública, era un personaje mejor conocido que Alemán y al que se atribuían
tendencias democráticas; pero la cercanía mostrada con los Estados Unidos cuando
dirigió la diplomacia mexicana, no era del agrado de algunos grupos
revolucionarios y sí fue aprovechada eficazmente para etiquetarlo como el
“candidato del imperialismo”. De todos modos, el 25 de noviembre de 1946,
Padilla aceptó su candidatura por el Partido Demócrata Mexicano PDM y expresó:
“Estamos, pues, frente a un partido que carece de doctrina, que carece de fe
en los principios, que ha hecho de la imposición una bandera desplegada a los
cuatro vientos; que proclama impúdicamente la burla del sufragio. Es triste
pensar que frente estas situaciones ignominiosas haya hombres de autoridad
moral, que tienen deberes históricos frente a su Patria, y que ahora se hacen
cómplices y aconsejan conformarse con esta ignominia, porque según ellos ¡nada
se puede hacer! Esta doctrina sería la sentencia para México a la perpetua
servidumbre”. Padilla realizó una exitosa campaña y se erigió como el más
fuerte candidato contendiente contra Alemán.
También participaron en la campaña presidencial el general Agustín Castro por
el Partido Nacional Constitucionalista PNC y Enrique Calderón candidato del
Partido Nacional Reivindicador Popular Revolucionario PNRPR. Luís Cabrera,
nominado por el Partido Acción Nacional, PAN, renunció, y ese partido ya no
registró candidato.
Durante la campaña, el principio alemanista de que la política debía quedar
supeditada a la técnica se expresó en las “mesas redondas” de naturaleza
técnica, como un nuevo método de elaborar el programa de gobierno, en las que
sólo participaron los sectores directamente relacionados con los diferentes
niveles de la producción, con exclusión de representantes políticos y
sindicales. En las 21 mesas que se realizaron, se identificaron los lastres para
el crecimiento económico y se propusieron los apoyos gubernamentales para que
prosperara la iniciativa privada, base del desarrollo. Lo primero era crecer y
después llegaría el momento de distribuir. Desarrollo y equidad eran dos
objetivos imposibles de conseguir simultáneamente. El crecimiento dependía de la
industrialización, cuyo primer objetivo sería la transformación de los
productos primarios que venían exportándose por productos manufacturados
destinados tanto al mercado interno y como a la exportación. Además, había que
fortalecer las industrias básicas pesadas para sustentar la industrialización.
Las empresas necesarias para el desarrollo pero no atractivas para la iniciativa
privada, serían encomendadas al Estado, el que además protegería a la industria
nacional de la competencia ruinosa o desleal del extranjero, pero sin establecer
monopolios.
Las elecciones se realizaron el 7 de julio de 1946 con los siguientes
resultados: Alemán 1,786,901 votos (77.90%); Ezequiel Padilla 443,357 votos
(19.33%); y los candidatos Enrique Calderón y Agustín Castro, el 1.48% y el
1.27% de la votación respectivamente. El 12 de agosto siguiente, los padillistas
realizaron una nutrida manifestación en el zócalo de la capital de la República,
en la que el excandidato fue muy ovacionado. “Dio una prueba de
civismo”.
Al
tomar el poder Alemán, el ámbito internacional estaba marcado por la competencia
entre Estados Unidos y la Unión soviética que desencadenó la “guerra fría”, el
“macartismo”, la guerra de Corea y una vigorosa propaganda anticomunista
dirigida inclusive a la niñez. En el ámbito nacional, ya no había gavillas,
asonadas, cuartelazos ni jefes “máximos”. Electo por una gran mayoría y miembro
de una generación que ya no participó en el conflicto armado, fue el primer
presidente constitucional civil de la Revolución Mexicana, el “cachorro de la
Revolución”, como lo llamó Vicente Lombardo Toledano, de lo cual no tardó en
arrepentirse. Fue también el primer presidente que formó un gabinete con
personas de clase media y alta, civiles de extracción universitaria, salvo en
las Secretarías de la Defensa y Marina que siguieron ocupando militares.
En su discurso de toma de posesión señaló la necesidad de aumentar la
producción agrícola mediante las obras de riego, por lo que anunció la creación
de la secretaria de Recursos Hidráulicos; hizo un llamado para impulsar la
industrialización, para la cual era necesario aumentar la eficiencia de la
industria petrolera y de los ferrocarriles, cuyo “manejo debe sujetarse a un
criterio más comercial que político”; así también convocó a “la
comprensión entre industriales y obreros”; también ofreció “abaratar
las subsistencias” populares y reorganizar la administración pública
federal, al respecto adelantó la creación de la secretaría de Bienes Nacionales
e Inspección Administrativa.
De inmediato tuvo que enfrentar la fiebre aftosa que se extendía desde los
estados de Veracruz y Puebla. Creó la Comisión Nacional de Lucha contra la
Fiebre Aftosa para controlarla y erradicarla, pero se cerró la frontera
norteamericana al ganado mexicano, miles de cabezas fueron sacrificadas por el
rifle sanitario y las pérdidas fueron millonarias.
Al inicio de su gestión reprimió la huelga de la Sección Uno de los
trabajadores de Petróleos Mexicanos mediante la requisa con tropas del ejército
nacional y el cese de 50 líderes que realizaron un paro en la refinería de
Atzcapotzalco, lo que marcó el rumbo de su administración: se limitarían los
derechos de los trabajadores para facilitar el avance de la iniciativa privada
nacional y extranjera, a la que se confiaría el desarrollo económico del país, y
él mismo se convertiría en inversionista, sea como dueño o socio de grandes
negocios. En adelante, las huelgas fueron en su mayoría declaradas inexistentes
por las juntas de conciliación y arbitraje. Inclusive el magistrado Luís G.
Corona se atrevió a sostener la tesis de la “ilegalidad de la huelga
mientras esté en vigor el contrato de trabajo”, aberración que provocó
mítines y manifestaciones para que fuera rechazada.
Además, su gobierno inició otras medidas encaminadas a frenar las políticas
revolucionarias más radicales tomadas por los presidentes que lo precedieron:
reformó el artículo tercero de la Constitución, relativo a la educación para
establecer que la educación impartida por el Estado sería laica, gratuita y
nacionalista; detuvo la reforma agraria y se introdujo el juicio de amparo para
propiedades agrícolas o ganaderas en el Artículo 27 constitucional, con lo que
al quedar protegida la propiedad privada de cualquier amenaza de expropiación se
trató de atraer al gran capital para crear una agricultura de alto rendimiento;
y firmó cinco “contratos riesgo” que asignaron a cinco petroleras
estadounidenses zonas determinadas en el Golfo de México para explorar y extraer
petróleo para entregar a PEMEX a cambio de una quinta parte del valor del
combustible; asimismo, indemnizó a la Compañía El Águila, expropiada por
Cárdenas. El clero continuó recobrando espacios perdidos con la Constitución de
1917 y la guerra cristera, y logró un modus vivendi de colaboración con
el gobierno.
La industrialización, iniciada por el presidente Manuel Ávila Camacho, se
convirtió en la mayor prioridad nacional, pues se creía que mediante la
innovación tecnológica se aumentaría la productividad del trabajo y de este
aumento se derivarían mayores utilidades para los patrones, mejores salarios
para los obreros y más recaudación de impuestos para el Estado. De modo que el
crecimiento económico se basó en la expansión y protección del mercado interno y
todos los demás sectores de la economía se supeditaron al propósito de la
industrialización acelerada, aun los derechos laborales fueron conculcados
mediante sindicatos blancos y líderes “charros”, como Jesús Díaz de León, líder
impuesto a los trabajadores petroleros. Así se desmembró el movimiento obrero
independiente.
Alemán continuó con mucho mayor vigor la política de industrialización del
país mediante tasas impositivas bajas, exenciones fiscales, crédito, servicios
públicos baratos, inversión pública en infraestructura hidráulica, eléctrica y
energética, de comunicaciones y transportes (construyó más de once mil
kilómetros de carreteras), para ofrecer condiciones favorables a la inversión
privada, lo que hizo posible la fundación y florecimiento de grandes empresas
mexicanas: Condumex, Ingenieros Civiles Asociados, Telesistema Mexicano,
Resistol, Nacobre. También invirtió recursos públicos en las industrias
consideradas indispensables para promover la industrialización.
La política de proteccionismo a la industria nacional benefició a algunos
empresarios mexicanos y extranjeros, quienes se hicieron de un creciente mercado
cautivo. En foros internacionales como la Conferencia de La Habana, el gobierno
de Alemán sostuvo el derecho de México a defender su industria mediante
aranceles y restricciones cuantitativas; a nivelar su balanza de pagos mediante
prohibiciones y restricciones a la importación; así como a regular la inversión
extranjera en cuanto a sus campos y cuantía. Además, se opuso a la creación de
un organismo internacional para regular el comercio entre países, en el cual
dominara el voto de los poderosos. Al año siguiente, cuando se creó el GATT,
(General Agreement on Tariffs and Trade) que incluía la reducción de
aranceles y otras barreras al comercio internacional, México no ingreso al
mismo. Para Ramón Beteta, secretario de Hacienda, “el país que inocentemente
estuviese dispuesto a depender del resto del mundo para la satisfacción de sus
necesidades esenciales, se encontraría en grave peligro; un peligro que las
guerras y la amenaza de las guerras ha venido a incrementar.” (México
ingresaría al Gatt hasta el gobierno de De la Madrid).
Señala María Antonieta Martínez (Gobernantes Mexicanos): “La opción
proteccionista redundó en el fortalecimiento de la función interventora del
Estado en la economía y simultáneamente, de sui papel frente a la sociedad. A
ello contribuyó en forma decisiva la aprobación, en 1950, de la Ley sobre
Atribuciones del Ejecutivo en Materia Económica.” Dicha ley convertía al
Estado en el orientador básico del desarrollo y la modernización económica del
país; si bien reconocía los legítimos derechos de los particulares, resguardaba
el interés general de la nación coordinando y subordinando los intereses
privados a los más altos de la colectividad. Por lo anterior, el ejecutivo podía
determinar las áreas que se sujetarían a la intervención oficial; establecer los
precios; ordenar la venta a los precios máximos; señalar los artículos que
debían producirse preferentemente; regular exportaciones e importaciones y
obligar a producir para el mercado interno y a exportar sólo los excedentes. Los
grupos empresariales consideraron la ley como contraria a la libertad económica
aunque la aceptaron, pero fue fuente de fricciones con el gobierno
alemanista.
El efecto acumulado de las reformas anteriores, el ahorro obligado por la
Segunda Guerra Mundial y su profundo acercamiento a los Estados Unidos que
culminó con la primera visita a la capital mexicana de un presidente
norteamericano (Harry S. Truman), permitieron el inicio de una era de gran
desarrollo económico en un marco de estabilidad, un “milagro mexicano”,
que aunque con persistentes desigualdades y exportación sistemática de
“braceros” al campo estadounidense, significó mejoramiento para grandes sectores
de la población.
Así, a los cien años del sacrificio de los Niños Héroes, apartándose de su
itinerario, el presidente Truman les rindió homenaje, sus nombres fueron
grabados con letras de oro en la Cámara de Diputados y vinieron a la
conmemoración cinco cadetes y un oficial de todas las escuelas militares de toda
América. Por su parte, Alemán viajó a Washington como huésped de honor y el
Congreso norteamericano lo recibió en sesión solemne, en donde anunció que los
capitales norteamericanos serían bienvenidos a México. Después viajó a Nueva
York para pronunciar un discurso en la asamblea general de las Naciones Unidas.
Por otra parte, reanudó relaciones comerciales con la España de Franco.
Asimismo, se firmaron los tratados de paz y amistad con Alemania, Italia y
Japón. En 1947 se estableció en Río de Janeiro el Tratado Interamericano de
Asistencia Recíproca.
El aumento del gasto público y el creciente endeudamiento del gobierno
condujeron a una devaluación. El 18 de junio de 1949 la paridad del peso pasó de
$4.85 a $8.65 por dólar, se devaluó la moneda “como el medio más adecuado
para salvar las reservas monetarias que estaban siendo saqueadas de México y de
esta manera la medida tiende a evitar cualquier daño mayor para el país”,
fue la explicación que dio el presidente a los industriales.
En 1950, Alemán fue el primer presidente mexicano que vio transmitido uno de
sus informes presidenciales por el primer canal de televisión que funcionaba en
México, del que por cierto era accionista. Tres días después inauguró en el
Palacio de Bellas Artes, la VII Asamblea Anual del Fondo Monetario Internacional
y del Banco Internacional de Reconstrucción y Fomento, o Banco Mundial, a la que
asistieron funcionarios gubernamentales del sector financiero y representantes
de la banca privada de cincuenta y dos países, entre ellos, John W. Snyder,
secretario del Tesoro de los Estados Unidos.
Alemán fue también el primer presidente de la República que encabezó en 1951
el desfile obrero del primero de mayo, rito que perduraría varias décadas. Fidel
Velásquez, líder de la CTM, lo proclamó “el primer obrero de la
Patria”.
En 1952 elevó a categoría de estado libre y soberano a Baja California Norte.
Alemán
ejerció como pocos el poder presidencial. Su carácter juvenil y alegre o cínico
y frívolo para algunos, le hizo decir: “Que todos los mexicanos tengan un
cadillac, un puro y un boleto para los toros”. Durante su gobierno se
otorgó el voto a la mujer en las elecciones municipales, pero también comenzaron
los fraudes electorales que abarcaban todos los pasos del proceso electoral,
desde padrones “rasurados” y “acarreo” de votantes, hasta casillas “zapato”, así
como la práctica del “partido aplanadora”, que triunfaba en toda elección a
veces a costa de muertos y heridos. Además, la transformación del PRM en PRI,
disminuyó la fuerza de los sectores y aumentó la de la burocracia política al
organizarse los comités estatales, municipales y seccionales. Asimismo, el PRI,
encabezado por Rodolfo Sánchez Taboada, se unió a la campaña anticomunista
imperante, al grado de que el Partido Comunista, que acusaba al alemanismo de
representar “la fracción monopólica y proimperialista de la burguesía”,
fue declarado ilegal.
El reajuste del poder y de la distribución de beneficios provocaron
conflictos políticos y sociales que fueron manejados con mano férrea, como la
destitución de los gobernadores de Chiapas, Oaxaca, Jalisco, Tamaulipas y
Michoacán; o como el duro trato dado a los movimientos y líderes obreros, que
como en el caso de la “caravana del hambre” de los mineros de Nueva Rosita,
fueron frustrados; y desde luego, algunos de los líderes de los trabajadores,
como el dirigente comunista Valentín Campa, fueron encarcelados. Al efecto
reformó el artículo 145 del Código Penal relativo al llamado delito de
“disolución social”, establecido durante la Segunda Guerra Mundial contra los
agentes nazifacistas, para “legalizar” la represión de la protesta social y cuya
derogación sería una de las banderas del movimiento estudiantil en 1968.
Asimismo, creó la Dirección Federal de Seguridad para el espionaje político de
amigos y enemigos del régimen, de sindicatos y movimientos sociales
Aunque pudo comprar a muchos intelectuales, sus políticas
contrarrevolucionarias y su inclinación hacia los Estados Unidos fueron
criticadas por escritores honrados como Daniel Cosío Villegas, quien señaló que
la palabra revolución ya no tenía sentido y que se estaba sacrificando nuestra
nacionalidad con imitaciones, aspiraciones y gustos norteamericanos.
Alemán fue el constructor de grandes obras, como las presas “Álvaro Obregón”
en el río Yaqui; “Sinaloa” en el río Tamazula y “Lázaro Cárdenas” en el Nazas;
de obras urbanas como el viaducto Miguel Alemán, la Ciudad Politécnica, el
Aeropuerto Internacional en la Ciudad de México, la Escuela Militar de Aviación
de Zapopan, Jalisco, y la primera vivienda vertical del país, el multifamiliar
“Miguel Alemán”. También fomentó la creación de nuevos fraccionamientos como
ciudad Satélite, del que fue socio, y el Pedregal de San Ángel; y desde luego,
transformó el puerto de Acapulco en la zona turística más importante del país.
Fue asimismo, creador de algunas instituciones como el Banco Nacional del
Ejército y la Armada; la Comisión Nacional de Turismo, el Instituto Nacional
Indigenista, el CREFAL, la Comisión Nacional de Cinematografía, el Instituto
Nacional de Bellas Artes, el Instituto de la Juventud Mexicana, entre otras.
Mención aparte merece la edificación de la Ciudad
Universitaria que alberga a la Universidad Nacional Autónoma
de México, a pesar de sus conflictos con algunos universitarios
distinguidos, como Mario de la Cueva, quien renunciaría a la dirección de la
Facultad de Derecho para no solapar a su hijo siendo ya expresidente Alemán.
Esta magnífica construcción arquitectónica fue disminuida por el culto a la
personalidad que hacía que muchas obras públicas llevaran su nombre. En la
ciudad universitaria fue erigida la estatua de Alemán, que en las décadas
siguientes sería continuamente pintarrajeada y dinamitada un par de ocasiones
por los grupos izquierdistas hasta obligar a su demolición total.
En suma: “La administración alemanista se caracterizó por iniciar una
transformación importante del país, de lo rural hacia lo urbano. En su sexenio
llegó a decirse que la revolución se había bajado del caballo para subirse al
automóvil. Bajo el mandato de Alemán, México inició su endeudamiento para
favorecer la industrialización y el gasto público fue inmenso, situación que
favoreció la corrupción, ya que muchos funcionarios del gobierno hicieron
negocios particulares a expensas del poder público”. Fue una época en que
“muchos políticos se hacían millonarios y muchos millonarios se hacían
políticos” mediante concesiones y contratos gubernamentales inmorales, como
los obtenidos por Jorge Pasquel y Enrique Parra, amigos del presidente.
Al final de su periodo, Alemán estimuló o consintió que se le nominara
candidato al Premio Nobel de la Paz, y que se promoviera su reelección a
propuesta de la CROM y del “partido Artículo 39” que pretendía reformar la
Constitución, o que cuando menos, se aceptara una “prórroga” a su mandato, como
lo demandó Luís N. Morones. Finalmente, ante el rechazo popular y la oposición
pública a la reelección de los expresidentes Cárdenas y Ávila Camacho, declaró a
José Rubén Romero: “Soy antirreeleccionista por tradición” (en alusión
a su padre).
Quiso entonces imponer como su sucesor a Fernando Casas Alemán, político
acusado de corrupción y venalidad, pero también fue objetado por revolucionarios
destacados; entonces, fue designado por unanimidad Adolfo Ruiz Cortines como
candidato presidencial del PRI, cuya campaña enfrentó al general Miguel
Henríquez Guzmán, nominado por la Federación de Partidos del Pueblo FPP, al que
se unieron personajes de la talla de los generales Múgica y Cándido Aguilar.
También contendieron Vicente Lombardo Toledano por el Partido Popular y Efraín
González Luna por el PAN. Corrió la sangre en los estados de Oaxaca, Puebla,
Baja California Norte y otros lugares. Al día siguiente de la jornada electoral,
los henriquistas fueron reprimidos en la capital: 524 fueron aprehendidos y
otros muchos heridos. Cándido Aguilar fue apresado y salió al exilio.
De este modo, alejado de las metas sociales de la revolución, Alemán pudo
transmitir el poder ejecutivo a Adolfo Ruiz Cortines el 1º de diciembre de 1952.
Según Enrique Krauze (Los Sexenios), “la promesa de Miguel Alemán fue el
desarrollo económico...México cambió de paradigma histórico: pasó de la vida
rural a la vida urbana, de la reforma agraria a la industrialización, por
desgracia estas transformaciones implicaron también la agudización de los
problemas sociales”.
Tras su presidencia, o más bien, desde ella, Alemán se volvió poderoso
empresario, inversionista en varias industrias (grupo Pagliai-Alemán-Azcárraga),
en especial la turística y televisiva.
El 7 de diciembre de 1961 el presidente López Mateos invitó a colaborar en su
gobierno a todos los expresidentes que aun vivían. Alemán fue nombrado
presidente del Consejo Consultivo de Turismo, cargo que ocupó hasta su
muerte.
Fue
miembro de las academias Mexicana, Española, Colombiana y Nicaragüense de la
Lengua; doctor Honoris Causa de las universidades Nacional de México, del Estado
de Nuevo México y de Columbia, entre otras; miembro de la Academia de Ciencias y
Artes de Uruguay; y presidente, entre otros organismos, del Instituto Mexicano
de Cultura y del Patronato del Museo de San Carlos.
Falleció el 14 de mayo de 1983 en la ciudad de México, donde fue enterrado al
lado de su esposa en el Panteón Español.
Su hijo del mismo nombre desempeñó diversos puestos en las empresas heredadas
de su padre, en el PRI y en el gobierno federal, hasta ocupar, también como su
progenitor, la gubernatura del Estado de Veracruz y figurar como uno de los
posibles precandidatos a la presidencia de la República en el año de 2006.
Doralicia Carmona: MEMORIA POLÍTICA DE MÉXICO.
Efemérides: Nacimiento 29 de septiembre de 1900. Muerte 14 de mayo de 1983.
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No se a quien dirigirme, no aparece el nombre del o los responsables de la información y algo muy importante falta la bibliografía.
ResponderEliminarDeben de sintetizar más la información, tal parece que solo copiaron y pegaron sin tomar en cuenta otros autores.